Jota: Muy buenos días a todos. Un día más aquí para hablar de salud mental y de nuevo estamos con nuestra querida amiga Patricia, que como todos sabéis, es Psicóloga Sanitaria enfocada en población adulta que trabaja desde las Terapias Contextuales y que además es una pieza fundamental del equipo de Psicología Online Avanzada. Muy buenos días, Patricia, ¿cómo estás?
Patricia: Buenos días, Jota. Estupendamente. Aquí andamos con un poquito de frío, pero todo bien. ¿Y tú qué tal?
¿Por Qué Necesitamos Marcar Límites?
Jota: Pues intentando poner límites al frío también para no quedarme helado, Pero bien, la verdad que encantado de charlar un ratito contigo, como siempre, de temas super interesantes. Y hoy vamos a hablar de cómo poner límites a los demás, lo primero que quiero preguntarte es, ¿por qué tenemos que poner límites a nadie?
Patricia: Si te fijas un límite, al final, la idea que definiría un poco es como una frontera, es como algo que limita, una frontera que distingue, que separa territorio entre una parcela y otra. Llevándola a un ámbito más psicológico, un límite consiste en poder expresar, comunicar claramente a los demás lo que necesitamos, lo que pensamos, lo que sentimos, etcétera. Claro, es como marcar una barrera entre la situación o entre el otro, entre las necesidades de lo exterior de la otra persona y lo que yo estoy necesitando. Esto ya nos da una idea bastante clara de la importancia de marcar límites. De hecho, devuelvo un poco la pregunta a través de la siguiente reflexión para nuestros oyentes, que es: ¿Cómo sería, cómo se imaginan cada uno de ellos la vida de una persona que no marca límites? En el área profesional, por ejemplo, sería una persona que estaría explotada, que no tendría un horario de trabajo definido, porque todo serían horas extra que no cobraría, por supuesto. No tendría vida social por estar todo el día trabajando, asumiría funciones y responsabilidades que no le corresponden, su salario no sería proporcionado en cuanto a lo que trabaja. En sus relaciones sociales, estaría esclavizado por los demás. Todo el mundo acudiría a esa persona a pedirle favores, porque como siempre me dices que sí, pues entonces ni me lo planteo, te lo pido a ti. Estaría constantemente haciendo favores a los demás. En las relaciones de pareja, lo primero que se me viene a la cabeza sería que tendría relaciones con muchísimas infidelidades por parte de la otra persona. Infidelidades directas o indirectas, pero desde luego priorizaría en esa relación los deseos del otro en lugar de los de nuestro protagonista. Y así podemos ir pensando en distintas esferas de la vida de esa persona, pero al final el resumen sería que sería una persona condenada a vivir por y para los demás. Sería una persona profundamente infeliz, de hecho. De aquí la importancia de marcar límites. Los límites nos ayudan a conectar con lo que nosotros necesitamos, con lo que queremos, con lo que deseamos, en cada una de nuestras áreas de la vida, en cada momento, en cada situación. Si yo no soy capaz de establecer límites a los demás, los demás no tienen porqué saber lo que yo quiero o lo que yo necesito. Entonces, es algo fundamental esto de marcar límites, ¿verdad?
Dinámicas Inconscientes: El Peligro de No Marcar Límites
Jota: Pues totalmente. Yo espero que de todas formas, incluso aunque la gente no ponga límites, las personas que tenemos al lado respeten un poco y que no abusen de esa manera. Pero es verdad que podría ocurrir, no? Todo esto si no se pone un límite.
Patricia: Claro, porque Jota, aunque los demás no vayan un poco con la intención de hacernos daño, pero muchas veces nos metemos en dinámicas inconscientemente de este tipo, en las que yo sin querer hacer daño al otro, pero si el otro no pone límites, yo no me doy cuenta de que estoy pidiéndole algo que no quiere hacer. Entonces, no lo hago con la intención de hacerle daño, pero es que no tengo el conocimiento de que el otro no desea eso que yo le estoy pidiendo. Y jo, nos sorprenderíamos de ver a veces las dinámicas en las relaciones, no solo de pareja, sino con cualquier persona en las que nos metemos por no marcar límites o porque el otro no los está marcando y no nos está comunicando nada. Entonces, son relaciones abusivas, pero sin que haya una intención real de dañar al otro.
Límites Naturales: Cuando el Agotamiento Habla por Ti
Jota: Imagino, además, que cuando estás en este ejemplo que pones, en esa situación, te estarás, además, quedando mal con todo el mundo porque estás asumiendo cosas que probablemente no puedas cumplir, que estarán entrando en conflicto porque te está abusando tanta gente alrededor que no podrás hacer una cosa y otra. Y al final no puedes cumplir todo eso, a lo que no has puesto límite. Al final, el límite tiene que aparecer, aunque sea fuera de ti.
Patricia: Claro, al final, fíjate, muy interesante lo que señalas, Jota. Lo que ocurre es que el límite aparece de una forma natural como consecuencia de no haber marcado límite. Es decir, es un límite más de capacidad, es que no abarco con esto. Me han pedido que entregué hoy 40 informes, pero es que fisiológicamente es imposible que lo haga. Entonces, lo que ocurre es que no entrego los 40 informes, me siento fatal porque he quedado mal con el otro, me siento fatal porque sé que debería haber dicho que no y es que no me veo capaz de decir que no. Y luego el otro se encuentra con una situación en la que: jo, es que te habías comprometido a hacerlo y no lo has hecho. O sea, al final la consecuencia acaba llegando y es una consecuencia indeseada. O sea, que al final el no decir que no por miedo a que el otro se enfade conmigo o se vaya o lo que sea, también me lleva a ese punto, que justamente es el que temo que llegue.
Decir ‘No’ con Empatía: La Clave para Establecer Límites Constructivos
Jota: Totalmente. Cuando queremos poner límites, probablemente también no sea fácil para todo el mundo el saber expresarlo de forma correcta, el ‘No me pises’, y a lo mejor yo ya estoy enfadado porque me estabas pasando este límite. ¿Cómo se expresa correctamente? ¿Cómo se ponen esos límites de forma correcta?
Patricia: Como siempre, Jota, depende de la situación, depende de la persona, etcétera. Podemos ir de un extremo poco empático a un extremo muy empático con el otro, pero ambos comprenden el establecimiento del límite. Es decir, hay situaciones y personas con las que hay que decir simplemente: No, ya está. ¿Me puedes hacer este favor? No. No, lo siento. Y ya está. Porque hay veces que nos enredamos mucho en justificarnos y al final la imagen que nos devolvemos a nosotros mismos es que lo que estamos haciendo está mal y por eso me tengo que justificar. Y esa no es la idea correcta. La idea correcta es: puedo decir que no, tengo derecho a decir que no sin problema. Entonces, hay algunas personas con las que entrenamos el decir no y punto, y ya está. Y dentro, ese sería como un extremo, nos vamos moviendo hacia el continuo opuesto, en el que hay veces que podemos dar una o entrenarnos en darnos en dar una respuesta más empática, que comprende el entender el por qué el otro está haciendo lo que está haciendo, pero sugerir un cambio de conducta. Son las frases, ‘frases yo’ se llaman, que en lo que consiste es, en primer lugar, empatizar con el otro, explicar la consecuencia que eso está teniendo en mí y sugerir un cambio de comportamiento. Pongo un ejemplo. Yo que sé, aplicado al trabajo. Si tú eres mi jefe, pues decir un: ‘entiendo, Jota que si me estás pidiendo los 40 informes es porque confías en mi capacidad y porque te estás sintiendo desbordado y entiendo que lo necesitas para ya. Sin embargo, lo que pasa es que no puedo afrontar esa carga de trabajo en el plazo que me estás pidiendo. De hecho, me genera bastante estrés tener que enfrentarme a situaciones así porque son bastante irreales y luego me siento mal conmigo misma y quedo mal contigo. Entonces, ¿qué te parece si buscamos una alternativa en la que podamos pensar de qué parte sí que me puedo encargar, qué parte sí sería realista y qué parte podemos gestionar de otra manera, pedírselo a otro compañero o aumentar el plazo de entrega? ¿Te parece si lo comentamos juntos?’ Por ejemplo, fíjate que comprende estas tres patitas que decíamos de empatizo con el otro para que no se sienta atacado directamente, le explico el efecto que eso que me pide está teniendo en mí y sugiero un cambio, busco alternativas con la otra persona, es decir, nos abrimos a un proceso de negociación en el que buscar un término intermedio. O sea, que lo suyo, Jota es que podamos adaptar el límite a la circunstancia que tenemos delante, en la que a veces pasamos por decir ‘no’, por decir ‘no, lo siento’, por decir ‘no’ y dar una pequeña explicación o ese no más empático y más elaborado, pero el que yo me pueda adaptar, básicamente.
Sembrando Semillas de Límites: Desde la Infancia Hasta la Independencia
Jota: ¿Cuándo se aprende a poner límites?
Patricia: Pues esto se aprende desde que somos niños. Desde que somos niños y nuestros propios padres han normalizado la existencia del límite. Si nuestros padres no nos han marcado límites, yo no aprendo con la idea de que existen límites, crezco con la idea de que no hay límites, de que puedo hacer lo que quiera, o de que los demás me pueden pedir lo que sea que yo tengo que ceder, en función un poco de la situación en la infancia que se haya tenido. Pero, por supuesto, como todo se aprende desde que somos niños.
Jota: Sí, yo estaba imaginándome, y por eso te lo preguntaba, cuándo se empiezan a poner los primeros límites, y normalmente los padres, imagino, cuando los niños empiezan a tener ya independencia y a moverse y a coger y a pedir, le dices que no, esto no lo toques, esto no lo hagas. Entiendo que esos son los primeros límites que nos encontramos, que nos están poniendo a nosotros.
Patricia: O incluso antes, por ejemplo, cuando se deja de dar el pecho al niño y el niño tiene que aprender a regular su angustia de una manera que no es a través de la alimentación con la madre o cuando se deja el chupete, en el caso de los niños que usen chupete, es que de forma natural aparece muy temprano.
Cómo la Educación Define Nuestra Relación con los límites
Jota: Claro. Pero, ¿y esa persona aprende, imagino que viendo estas cosas, a empezar a ponerlos también de manera propia, es decir: ‘Yo tampoco quiero esto’. Me parece super interesante, me imagino que ahí hay un buen tema de cómo pues niños a los que se les ponen más o menos límites, les puede luego afectar el hecho de saber o no, también establecer estos límites. Igual no tiene relación o igual me estoy saliendo el tema, pero a una persona, a un niño que se le han puesto muchos límites, luego le es más fácil establecer los suyos propios, o a una persona que no se le ha puesto ningún límite, también queda: Yo no he tenido nunca límites, entonces quiero tener yo mi libertad y pongo más límites todavía, a lo mejor. No sé, ¿hay alguna relación en este aspecto?
Patricia: Sí, muchísima. Todos los extremos siempre son más complicados. Claro, es complicada la situación en la que me han puesto límites desde el autoritarismo, es decir, desde un enfoque muy rígido donde no se me ha explicado el por qué no, donde todo tenía que ser de X manera y no se acepta lo contrario, eso es complicado, porque al final ese niño va a crecer y va a ser un adulto muy rígido, muy inflexible, muy polarizado entre lo que está bien y lo que está mal, lo que no es perfecto es todo malo, las cosas tienen que ser X e Y, y va a ser una persona a la que le cueste mucho empatizar, probablemente con otros. Aquí vemos un poco las consecuencias de los límites por exceso y expresados de una manera agresiva y autoritaria. Pero el extremo opuesto, donde no se han marcado límites, donde todo vale, se consiente todo y no pasa nada, también es extremadamente delicado, porque al final lo que genera en ese futuro adulto es una persona acostumbrada a que se haga siempre lo que quiere, donde no entiende cuando el otro me marca un límite, entonces lo transgrede. Una persona bastante exigente que va a exigir a los demás que se haga lo que desea, etcétera. O sea que, por supuesto, que tanto el exceso como el defecto van a ser problemáticos en la vida, en el niño y en la vida adulta.
Cómo Identificar y Trabajar la Ausencia de Límites en Terapia
Jota: Claro. Imagino que esto que puede afectar al final a tu día a día, el no saber establecer bien los límites, habrá mucha gente que, afectándole, acuda a terapia. Y me imagino que incluso cuando acuden a terapia no llegan y te dicen: ‘Es que no sé poner límites.’ El problema será otro. No me llevo bien con mi jefe o con mi relación o lo que sea. ¿Cómo se detecta? ¿Cómo un psicólogo detecta este tipo de cosas y las trabaja luego en terapia?
Patricia: La verdad es que se suele ver muy claro, Jota, porque efectivamente es muy poco frecuente que una persona llegue y te diga: ‘Vengo a terapia porque no sé poner límites.’ Es cierto que cada vez más, porque cada vez hay más conciencia de la salud mental y por redes sociales y demás, Entonces, las personas lo van identificando, pero es cierto que tampoco es lo habitual. Al final, por lo que te van contando, vienen con un problema, es como un iceberg, la parte de arriba, vienen contándote: ‘Es que no me siento cómoda en mi relación de pareja.’ O, por ejemplo, sí que vienen más con dificultades asociadas al no poner límites. Por ejemplo: ‘es que estoy con un nivel de estrés tremendo porque no paro, llego a casa, me encargo yo de todo el tema del hogar y en el trabajo estoy echando horas de más porque me piden a mí que me encargue del doble de lo que piden a los demás.’ Es decir, te vienen expresando la consecuencia que está teniendo sobre su salud psicológica en base a no estar marcando límites. Entonces, se ve de una manera muy clara. Cuando hay relaciones muy desequilibradas, relaciones muy jerárquicas en las que la persona adquiere un rol mucho más sumiso, aplicado a cualquier ámbito de la vida, al trabajo, al hogar, a la pareja, a la familia, a las amistades, etcétera.
Jota: Claro. ¿Y cómo se hace este trabajo de mejorar cuando una persona no sabe establecer estos límites? ¿Es un trabajo sencillo, es complicado? Me imagino que da mucha satisfacción el estar en esa situación tan estresante y una persona que no sepa decir que no, de repente, que empiece a decir que no y se libere de mucho. Cuéntanos un poquito de esto, porque me parece que puede ser interesante.
Patricia: La verdad es que es un trabajo un poco complejo, porque suele haber muchísimo miedo al marcar el límite. Suele haber creencias del tipo: ‘Es que si marco un límite, los demás me van a rechazar, no voy a ser querido por los demás.’ Es decir, son personas que suelen tener un rol bastante sumiso en las relaciones y que tienen un poco… Los demás se vinculan a ellos de manera inconsciente, porque es que qué bueno es, que es que el juego siempre me ayuda con todo, si es que es encantador, es que tal. Claro, eso tampoco es lo ideal. Entonces, detrás, esto lo que genera a la persona es muchísimo miedo a la ruptura de relaciones, a que los demás me dejen de validar, de querer, de admirar, de tal, por lo bueno, entre comillas, que soy. Entonces, cuesta mucho empezar a marcar límites, implica exponerse a la posibilidad de que el otro se pueda enfadar y que se pueda alejar de mí. Entonces, la verdad es que cuesta mucho, hay que trabajar en otras cuestiones, como trabajar con las emociones asociadas al establecimiento de límites, implica gestionar los pensamientos o las imágenes que yo espero que pasen cuando marco límites, implica trabajar con autoestima, implica un trabajo muy extenso, junto con también la parte en la que la persona pueda entender por qué se ha llegado a ese punto. El por qué el que yo esté sobrecargada en el trabajo y con muchísimo estrés, viene derivado de que me cuesta mucho marcar límites y esto viene de una historia de la infancia. Pero es importante siempre, desde mi punto de vista, que las personas puedan entender cómo algunos aprendizajes de la vida se relacionan con la situación presente para poder relacionarnos con todo ello de una manera diferente.
Explosiones Emocionales: Cuando los Límites se Pierden y Luego se Exageran
Jota: Y suele ocurrir que cuando una persona no sabe poner límites, ¿le pasa en todas las áreas de su vida en general? Lo que comentabas con la pareja, en el trabajo, con los amigos. ¿O pasa en algunas ocasiones que es más específico de alguna área que sí sepan poner límites, a lo mejor con su familia o con su pareja, y en otros entornos, a lo mejor en el trabajo no saben hacerlo. ¿Cómo suele suceder?
Patricia: Yo creo que puede haber un poco de todo. Puede ser una dificultad generalizada, pero también puede ser una dificultad más concreta en un área, porque yo asocio ese área a algo determinado. Pero lo que sí que es muy frecuente, Jota, es situaciones extremas en las que no marco límites y cuando los marco, los marco desde un tono muy agresivo. ¿Y qué pasa? Que el tono agresivo me lo permito solo en algunas relaciones. Por ejemplo, estoy sobrecargada en el trabajo y no marco límites y luego llego a casa y asumo yo todas las responsabilidades del hogar y de repente un día estallo y le digo a la otra persona que se tiene que encargar de todo, que no pienso hacer nada, que no se qué, que no sé cuántos. Estoy respondiendo de esa manera en consecuencia de todos los otros límites que no estoy sabiendo marcar. Es como una mecha que se enciende, pues llega un momento en el que la bomba explota y explota con personas a lo mejor con las que nos permitimos hacerlo, porque tenemos más confianza. Entonces, en realidad, es una dificultad generalizada. Lo que pasa es que por desbordamiento, a veces actuamos de una manera indebida en algunos contextos.
Jota: Tiene sentido, sí. A mí me ha abierto un montón de cositas interesantes aquí de aprendizaje este tema de los límites. Espero que todos los que nos están escuchando sepan ponerlos y si no, que empiecen a probar, a que no afecte a su vida. Te agradezco muchísimo, como siempre, que hayas pasado por aquí a descubrirnos todos estos misterios de la salud mental y espero verte pronto en otro capítulo.
Patricia: Igualmente, Jota, muchas gracias y un saludo a todos.
Jota: Chao, chao, chao.
Patricia: Hasta luego.