60 – Cómo educamos a nuestros hijos

Jota: Muy buenos días a todos. Otro día más aquí para hablar de salud mental y de nuevo estamos con nuestra amiga Patricia, que como todos sabéis, es Psicóloga Sanitaria enfocada en población adulta que trabaja desde las Terapias Contextuales y es una pieza fundamental del equipo de Psicología Online Avanzada. Muy buenos días, Patricia. ¿Cómo estás? 

Patricia: Buenos días. Buenos días a todos. ¿Cómo estás? 

Jota: Pues genial, genial aquí queriendo descubrir cómo criar a nuestros niños, ver un poquito cómo podemos educarles y que lo hagamos bien, porque todos queremos ser buenos padres, pero es complicado. 

Patricia: Es difícil. Sí, yo encantada de estar aquí hablando de esto, que además es un tema que me gusta especialmente. Así que nada, pues encantada. 

¿Qué debe hacer un padre o una madre para educar correctamente a un niño?

Jota: Genial. Pues cuéntanos un poquito qué debe hacer un padre o una madre para educar correctamente, bueno, los dos en conjunto, los que sean, porque ahora hay familias tan, tan diversas, pues los padres, madres y todo lo que sea que tengan ese niño o esa niña que educar, ¿no? 

Patricia: Bueno, pues todo modelo educativo, parental, debe perseguir al final el objetivo de que el niño tenga un desarrollo saludable, un desarrollo pleno que le permita ser una persona competente y poder relacionarse con el mundo desde una perspectiva saludable. Esto implica que este desarrollo se produzca a nivel psicológico, a nivel emocional, a nivel social. Es decir, que el modelo educativo debe de tocar como varias áreas en las que debemos fomentar que el niño se desarrolle desde esta perspectiva sana. Esto es importante porque si yo no soy consciente de la manera en la que yo estoy educando a mis hijos, no puedo elegir. Simplemente actúo movida por un impulso, por una tendencia. Y esto es un poco peligroso porque puede que me dé cuenta de que al final estoy repitiendo patrones, patrones aprendidos, es decir, que esté replicando la educación que yo misma he recibido en mi infancia con mis propios padres. Y claro, estos patrones no tienen por qué ser los más adecuados para un niño. O también puede ocurrir que si yo no soy consciente de la manera en la que estoy educando a mis hijos y yo no tengo unos valores con los que me sienta comprometida en cuanto a qué le quiero transmitir a mis hijos, lo que ocurre es que yo actúo movida por mis emociones. Y cuántas veces como padres o madres no nos enfadamos, o nos ponemos tristes, o nos da miedo, o nos da ansiedad una situación. Claro, si yo no soy consciente de todo este proceso, voy a actuar movida por estas emociones y al final no estoy eligiendo, estoy traspasando mis emociones, mi malestar al niño sin tener en cuenta que a lo mejor eso no es lo más beneficioso para él o para ella. 

Jota: Claro, y dónde están esas instrucciones? 

Patricia: Bueno, no hay instrucciones como tal. Es decir, también me gustaría, Jo, tranquilizar un poco a los padres y las madres. Todos lo hacemos lo mejor que podemos y que sabemos hacer en cada momento. Y cada padre y cada madre tiene sus propias circunstancias presentes y pasadas en base a su historia de vida. No hay una única manera ni hay una manera perfecta como tal, sino que creo que es más importante que tengamos presente este objetivo de qué es lo mejor para mi hijo, de qué manera puedo enfocar esta situación tratando de hacer que sea lo más sana o lo más beneficiosa para mi hijo. Sí que existen algunos modelos educativos que son como patrones, que observamos en ciertos padres o madres que tienden a repetirse, pero vamos a ser flexibles, no vamos a tratar de ser la madre perfecta o el padre perfecto porque no existe. Vamos a admitir que dentro de este proceso de crianza nos vamos a confundir, nos vamos a frustrar, nos vamos a sentir culpables a veces y eso forma parte de un proceso de aprendizaje que también debemos pasar como padres o madres. 

¿Cómo podemos saber si estamos educando bien a nuestros hijos?

Jota: Claro. ¿Y cómo podemos saber que lo estamos haciendo mejor o peor? ¿O qué guías podemos llevar a cabo para que esto ocurra? 

Patricia: Bueno, es una pregunta complicada, porque claro, en este camino de educar no siempre nos vamos a sentir bien, ni siempre vamos a ver a corto plazo la respuesta que queremos obtener del niño. Es un camino muy frustrante y que a veces puede desesperar. Entonces, en cuanto a tener una guía como una consecuencia inmediata observable, la verdad es que es complicado que lo tengamos. Creo que la idea es movernos por este objetivo de cuidar a nuestro hijo y de saber que estamos persiguiendo esa meta. Sí que hay algunas cositas que podemos tener en cuenta, como preguntarnos esto que comentábamos antes, de esto que he hecho o esto que me está saliendo a hacer con mi hijo o hija es porque creo que le va a venir bien o estoy descargando mi enfado sobre el niño. 

Jota: Claro. 

Patricia: O esto que no le estoy dejando hacer lo hago por mi propio miedo o es que realmente no lo dejo hacer porque es algo inseguro y peligroso. El hacernos estas preguntas, el revisarnos, el observarnos, el darnos cuenta del para qué estoy haciendo esto o para qué estoy teniendo la tentación de decir o hacer esto con el niño. 

¿Cómo se construye un padre la guía a seguir para luego implementarla?

Jota: Y entonces entiendo que los padres tienen que pensar exactamente en qué quieren conseguir y hacer. Pues no me debo meter en estas áreas o no debo castigarles si hace esto. O sea, ¿qué cosas se debe construir un padre antes de llevar a cabo las acciones que al final lleva con su hijo? ¿Cómo construye esta guía que luego va a implementar en el día a día? 

Patricia: Yo creo que es importante el tener primero presente qué cosas le quiero transmitir a mis hijos, qué valores quiero transmitir y qué método quiero utilizar de cara a la transmisión de estos valores. Para mí es importante que haya límites en determinadas cosas. En otras, a lo mejor los límites pueden ser un poco más flexibles. Sí que creo que es importante hacer una reflexión previa, o previa y durante el proceso. De oye, pararnos a chequear cómo lo estoy haciendo, qué quiero conseguir, qué valor me gustaría trabajar con mi hijo, en qué zona o en qué área es importante para mí marcar determinado límite. Creo que sí que es importante que podamos ser conscientes de este proceso, como decíamos antes, para poder elegir qué cosas estoy transmitiendo, qué cosas quiero continuar implementando, etcétera. 

¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta un padre a la hora de educar a su hijo?

Jota: Vale. Entonces, vamos a pensar un poco en esos padres que tienen a su hijo que hay que educarle. ¿Y cuál es el mayor desafío al que se enfrentan? Entiendo que es poder inculcarle esas cosas que deciden, esos objetivos, esos ideales que ellos tienen. Pero, ¿cómo..? O sea, es que de verdad, a mí me cuesta ahora, con todo esto que comentas, es muy interesante, pero, ¿cómo me lo planteo y llevo a cabo esa acción? Me parece que puede ser el gran desafío para el padre, de saber qué llevar a cabo o cómo hacerlo también. 

Patricia: Sí, ese podría ser uno de los desafíos, el cómo lo llevo a la práctica. De hecho, si quieres ahora podemos hablar un poquito más desde la perspectiva más práctica. Por añadir algo más, Jota, se me ocurre que creo que uno de los mayores desafíos también es la gestión emocional del propio padre o madre. Porque decíamos antes, el camino de la educación de la crianza está plagado de malestar. También hay momentos preciosos y probablemente lo deseable por lo menos sería que hubiese un equilibrio. Pero es un camino en el que va a aparecer frustración, en el que yo me voy a enfadar, en el que me va a entrar miedo cuando mi hijo adolescente sale por primera vez por la noche. Es un camino plagado de emociones. Si yo como adulta, como madre, no sé gestionar estas emociones, pues el reto se hace aún mayor y el desafío se hace aún mayor, porque voy a trasladar todas esas emociones a mis hijos cuando en realidad es algo mío, es algo mío que yo tengo que aprender a regular. Entonces creo que uno de los mayores desafíos es eso, el mirarnos como adultos y ver oye, ¿cómo me llevo yo? ¿Cómo voy a gestionar yo cuando me dé miedo esto o cuando esta situación me enfade, pero mi objetivo principal sea educar y no desde ese enfado. Si quieres podemos empezar a hablar un poquito de los estilos educativos y así lo podemos ver un poco más claro. 

Estilos educativos

Jota: Hombre, pues si hay estilos educativos, claro, cuéntanos. 

Patricia: Sí, sí, sí. Verás, Jota, hay cuatro estilos educativos, que ya te digo, son un poco observando a muchos padres y madres, pues se han detectado ciertas tendencias a educar de maneras diferentes. En la determinación, por decirlo así, de estos cuatro estilos educativos influyen distintas variables, ¿vale? Que pueden ir desde la hostilidad en un polo hasta el afecto en el otro. Es decir, si yo estoy educando desde una perspectiva más agresiva o más desde el afecto. Y luego otra variable que se tiene en cuenta es si yo estoy tratando de fomentar la autonomía del niño o bien estoy pecando de controlar en exceso. Fíjate que estas variables como que las llevamos a un extremo y en base a eso delimitamos los cuatro modelos educativos que existen. Como te decía, son cuatro. Son el estilo negligente, el autoritario, el sobreprotector y el cooperador o democrático. Podemos empezar por el autoritario si quieres. 

Jota: Pero es que a mí ya escuchar los títulos de cómo se llaman, ya tengo claro cuál es el bueno. 

Patricia: Ya da muchísima información, ¿verdad? 

Jota: Sí, sí. 

Patricia: ¿Cómo crees que puede ser el autoritario? ¿A qué te suena? 

Jota: Bueno, pues aquí se hace lo que yo digo porque estás en mi casa y aquí se hace lo que yo te diga. 

Patricia: Eso es. Y además en un tono agresivo, ¿verdad? 

Jota: Probablemente. 

Patricia: Claro. 

Jota: Sin razonar ni… 

Estilo educativo autoritario

Patricia: Eso es. Eso es. En el estilo autoritario se combinan las variables o los polos que mencionábamos antes de hostilidad y de control. Es decir, aquí se hace lo que yo digo, como tú decías. Las normas son muy rígidas, no hay diálogo, no hay negociación, no hay comunicación. Esto se hace porque yo soy el padre o la madre y punto. Y no hay un proceso empático en el que yo me paro a revisar oye, ¿qué es lo que puede estar necesitando ahora mi hijo? ¿O en realidad este límite tan rígido le viene bien? No, no, no, no. Es: ‘aquí se hace lo que yo digo porque soy yo, la madre y punto.’ Y desde esta perspectiva hostil o agresiva. Además, esta agresividad se puede reflejar hacia dos vías, por decirlo así. Hacia afuera, por un exceso de límites de no puedes hacer esto, no puedes hacer lo otro, no puedes salir solo a la calle, no puedes ir al parque, no puedes ver la tele, no puedes cenar pizza, no puedes tal, tal, tal, tal. Un exceso de límites que limitan el desarrollo del niño, porque a lo mejor el niño necesita salir a la calle solo porque ya por edad le corresponde y le viene bien para su autonomía. O sea, son límites inflexibles que no van de la mano o no van a la par que el desarrollo que necesita el niño en ese momento. Pero también esta agresividad se puede plasmar más como hacia adentro. ¿Qué significa esto? Cuando el padre o la madre le dicen al niño: ‘No llores, eso son tonterías, deja de contarme chorradas.’ Este tipo de expresiones que lo que hacen es invalidar la expresión emocional del niño. Te están diciendo: ‘Oye, que lo que tú sientes no vale, no me importa, no tiene sentido.’ Es hostilidad en estas dos direcciones, como podemos ver. También es un modelo, un sistema educativo en el que hay más castigos que premios. ¿Qué pasa? Que si yo crezco en un entorno en el que constantemente me están castigando, yo al final voy a aprender desde el miedo, desde la evitación de la regañina, del castigo, de la consecuencia negativa o desagradable. No voy a aprender desde un: ‘Qué bien que hoy he conseguido, hoy me he atado los cordones sola.’ No, no, no. Es como: ‘Menos mal que he aprendido también los cordones porque ya me lo llevan diciendo un mes y ya me iban a regañar.’ 

Jota: Claro. 

Patricia: Imagínate, por anticipar un poquito el efecto que esto tiene en la autoestima de ese niño. También en este modelo abundan mucho las críticas. Las críticas a la persona y no a lo que la persona hace. Es decir, en lugar de decir: ‘Pues qué mal se te da’ o qué mal se te da, o: ‘jo de hacer la cama no se te da muy bien. Venga, te ayudo y lo hacemos juntos y así ves cómo se hace.’ En lugar de hacer esto, en una situación en la que yo señalo una conducta concreta y expreso que eso es lo que parece que no se te está dando muy bien, lo que hacen estos padres o madres es criticar a la persona: ‘Qué torpe eres. Es que de verdad no se te da bien nada. Es que no puedo confiar en ti para hacer esto.’ Son críticas muy generales y muy, pues eso, que al final estás como definiendo la esencia de ese niño o niña. Y para terminar, bueno, decíamos que no hay un proceso de negociación, no hay comunicación, hay un exceso control, normas muy rígidas. Pero también lo que ocurre es que estos padres o madres imponen los castigos desde su propio enfado. No desde un quiero poner un límite a esta conducta de mi hijo porque no quiero que se repita. No, no, no. Es una manera de descargar mi enfado. Utilizo el castigo como una descarga y no como algo que me permite educar al niño. Entonces, estas serían un poco las características que reúnen el modelo autoritario. 

Jota: Realmente. Y entiendo que aunque se utilicen otros métodos, como el democrático, quizá en algún momento, dependiendo de las circunstancias y de lo que se está haciendo, sí se pueda utilizar este método en un caso que, no sé, igual no se debe aplicar nunca, pero igual en una situación en la que se está entrando en un tema delicado, que está claro que no se debe entrar. Pues imagínate un niño ya con cierta edad que esté robando o que esté haciendo algo en el que se sea autoritario. Y dices, pues esto es así y que de manera tajante se corte algo como esto. Por poner un ejemplo, no sé si hay algún momento en el que eso se pueda aplicar o no hay ningún momento en el que se deba hacer. 

¿Cómo marcar límites y castigar una conducta indeseada?

Patricia: Claro, Jota, tú ahí lo que estás hablando es de marcar límites y de castigar una conducta. Y es que esto es algo que también debe formar parte de un sistema educativo saludable. Por supuesto que sí. De hecho, ahora lo veremos que en el modelo más cooperativo democrático se marcan límites, se castigan conductas, pero no desde el enfado, es decir, no desde el mismo enfoque que en este modelo autoritario, pero por supuesto que debemos marcar límites. Es una de las maneras que tenemos de aprender. Cuando alguien nos dice que esto no se puede hacer, esos niños van a vivir en una sociedad en la que si llegan tarde al trabajo, tres veces les pueden despedir. Es que se van a encontrar con límites y con normas. Si yo desde pequeña no me han educado con esos límites, luego no voy a saber tolerarlos. Me va a generar muchísima frustración, me voy a enfadar, no lo voy a entender, lo voy a percibir como algo que no es justo. Entonces, por supuesto que debemos educar con límites, pero no desde esta hostilidad y de este componente tan crítico y desde esta violencia. Eso es algo diferente. 

Jota: Vale, pues cuéntanos un poquito más sobre los otros métodos. 

Estilo educativo neligente

Patricia: Desde el modelo negligente, el modelo educativo negligente se basa en que al final un poco la idea general es que los padres no están disponibles. No están disponibles ni para resolver necesidades instrumentales, ni necesidades emocionales. Los padres sencillamente no están ahí. A lo mejor están físicamente presentes, pero no están emocionalmente disponibles. ¿Qué significa esto? Que no hay un establecimiento de límites, no hay unas normas, no hay un orden, no hay ningún tipo de modelo de referencia. Estos padres ni premian ni castigan. Sencillamente no están presentes para identificar qué es lo que está ocurriendo. No son conscientes. Bueno, al final es un modelo educativo muy destructivo y que suele darse en familias más desestructuradas, familias en las que a lo mejor hay un consumo de sustancias. Suele darse más en este tipo, familias en las que existe algún tipo de maltrato, de abuso. Entonces, claro, al final son unas figuras educativas totalmente ausentes y el niño no tiene ningún tipo de modelo de referencia. Hay un exceso de flexibilidad porque no hay un orden ni para las comidas, ni horarios de sueño, ni de alimentación, ni de higiene, ni de nada. O sea, como te puedes imaginar, es bastante complicado, una situación muy complicada. 

Jota: Sí, sí, sí, totalmente. Me imagino que de todas formas una situación como esa, que a lo mejor la que hemos comentado inicialmente, pero en una situación como ésta es más fácil detectar que algo está pasando desde el sistema educativo. Cuando el niño está en clase, detectar pues esta desorganización, que un niño llegue sin desayunar o cansado porque no ha dormido o sin higiene. A lo mejor es más fácil detectar ciertas claves y desde ahí se podría hacer algo. 

Patricia: Claro, además son niños que suelen tener muchos problemas para adaptarse a la rutina escolar. Suele haber muchísimo fracaso escolar, absentismo, etcétera. Entonces, claro, desde servicios sociales, desde el propio servicio de orientación del colegio, pues lo suelen, se suele detectar, suele ser bastante visible. Lo que también puede ocurrir es que en estas familias terceras personas son las que se encargan más o menos del cuidado básico de los niños. Entonces, bueno, en este sentido, a lo mejor puede pasar un poco desapercibido, pero sí que suele haber señales bastante evidentes de que está ocurriendo una situación de este tipo. 

Jota: Claro. ¿y qué otros métodos, nos faltan dos? 

Estilo educativo sobreprotector

Patricia: El estilo sobreprotector. ¿Qué combinación hay detrás de este estilo sobreprotector? Afecto y control. ¿Qué significa esto? Significa que hay muy pocas normas, hay una falta de límites. Claro, dirás, pero Patricia, acabas de decir que hay control, ¿no? Como control y falta de normas. El control se refiere, es un poco esta idea de: ‘Jo, todavía no sabes atarte los cordones. Déjame, anda, que te los ato yo más de prisa.’ Es decir, hay un control en cuanto a que no se fomenta la autonomía del niño porque ya está ahí la madre o el padre para resolverlo por él. Pero fíjate que lo hacen también desde la crítica. Es decir, en este modelo educativo hay una parte de afecto, pero también hay una parte de crítica muy alta. Es como no estoy fomentando tu autonomía porque hago yo las cosas por ti, pero encima te critico porque todavía no sabes hacer eso. Es un modelo muy ambivalente, muy inconsistente, que claro, esto tiene una repercusión importante en los niños. Es un sistema, un modelo educativo en el que se dan excesivos premios, muy pocos castigos y cuando se impone un castigo hay mucha, mucha ambivalencia en el sentido de que los castigos son inconsistentes, que te amenazo con que te voy a castigar 15 días sin salir a la calle, pero pasan dos días y te dejo salir porque pobrecito que estás en casa. Cuando lo ideal es no castigar 15 días porque es un exceso, pero tampoco modificar la norma. Si yo le he dicho a mi hijo que le voy a castigar este tiempo, lo tengo que cumplir. Y entonces, al final eso, no se fomenta la autonomía de los niños. Fíjate que lo que ocurre en como la escena esta de atarte los cordones, lo que ocurre es que la madre o el padre se impacienta al ver que el niño todavía no se lo sabe atar, entonces no puede regular su propia emoción de ansiedad y se los acaba atando. Es decir, estos adultos suelen tener bastantes dificultades para regular sus propias emociones y al final eso lo trasladan a los niños. Y si quieres hablamos del último, que es el más ideal. 

Jota: Sí, estaba deseando llegar a este. 

Estilo educativo democrático o cooperador

Patricia: ¿Cómo se hace de la manera más sana, no? El modelo democrático o cooperador es aquel que combina autonomía y afecto. Es decir, todas mis acciones como madre van encaminadas a fomentar la autonomía del niño desde una perspectiva afectuosa. ¿Qué significa esto? Significa que en un estilo democrático hay normas, hay límites, pero están adaptados al nivel de desarrollo del niño. Y ojo, cuando yo pongo estos límites lo hago desde el afecto. Desde un: ‘hijo no puedes hacer esto porque esto no es bueno para ti o porque si no luego no vas a cenar.’ Lo hago desde el afecto, no desde el enfado. Me voy a enfadar, claro que sí, me voy a enfadar, pero tengo yo que trabajarme mi enfado y poder comunicarme desde una forma asertiva con mi hijo, no desde la agresión o desde la agresividad. También hay castigos y hay premios de una manera equilibrada. Es decir, se hace un uso adecuado de esta manera que al final es de marcar límites el castigar o el premiar algo que ha hecho el niño, alguna conducta. Y además, los premios no son solo instrumentales, no es un: ‘cómo ha sacado buenas notas te regalo x consola.’ Sino que también un premio es un refuerzo verbal, un: ‘jo, hijo, me siento orgullosa de ti, qué bien lo has hecho’ o ‘fíjate qué contento te estás poniendo por haber sacado esto adelante’. Es decir, hay una parte de atención, de comunicación, de amabilidad, de poner en valor lo que el niño hace o lo que el niño está consiguiendo. Hay diálogo, hay negociación y ojo, en la línea de lo que preguntabas antes, hay límites que no hay que negociarlos. Es decir, yo puedo no querer negociar que mi hijo de 11 años salga por la noche a la calle. ¿Por qué? Porque considero que es muy pequeño y que no tiene la madurez suficiente como para desenvolverse en determinadas situaciones. Y eso no tengo por qué negociarlo. Es decir, no todo se negocia. Yo como madre puedo poner unos límites sin que haya un proceso de negociación explicándoselo al niño y es ahí donde entra la comunicación. 

Jota: Eso es lo que te iba a comentar. Probablemente en el otro sistema es: ‘no sales porque yo te lo digo.’ Y aquí sí habrá un diálogo y se le dirán: ‘Ya lo podrás hacer. Todavía no. Dentro de unos años, cuando tal. Y ahora mismo no puedes hacerlo por esto o por lo otro.’ 

Patricia: Eso es, eso es. No negocio ese límite, pero sí que lo explico desde el afecto. Esto no significa que el niño lo vaya a entender a la primera y que no vaya a insistir. Pero ahí está mi autocontrol como madre de entender que él se está frustrando porque no entiende el límite, que lo que quiere es salir a la calle. Forma parte de este proceso, como decíamos. La idea un poco ya para terminar, es ejercer cierto control al niño, primero de una manera externa para que poco a poco él vaya interiorizando sus propios límites. Al principio, estos límites son externos. Los bebés no nacen conociendo los límites o lo que deben o no deben hacer, o lo que está bien o lo que está mal. Somos nosotros quienes como figuras externas, servimos como modelos de todo esto hasta que poco a poco el niño lo va interiorizando. Siempre desde el afecto y desde la asertividad y la amabilidad. 

¿Cómo rectificar con nuestros hijos si en algún momento nos salimos del estilo educativo más sano?

Jota: Te quería comentar, porque esto está muy bien y yo puedo decidir efectivamente, voy a utilizar el método correcto o no, pero luego en el día a día siempre habrá momentos en el que aunque yo intente dialogar siempre y explicar las cosas y tal, haya momentos que los padres, por lo que sea, como comentabas, por tus propias emociones, por que me ha pillado de cierta manera o por lo que está haciendo me ha sobrepasado, en el que te salgas de ese modelo educativo y entres en la zona de los otros modelos que has explicado. ¿Qué deben hacer los padres para que esto no ocurra o ocurra lo menos posible? ¿O para que no les afecte si ya ha ocurrido, para que sepan reconducir, qué pueden hacer los padres? 

Patricia: Creo que puede ser muy útil tener en mente que debemos de ser modelos de nuestros hijos, debemos de ser un modelo de referencia. ¿Y esto qué significa? Que no somos perfectos y que si he tenido un día de un estrés tremendo en el trabajo y llego y el peque hace alguna trastada, pues es esperable que yo pueda perder los papeles en algún momento de mi vida. Es algo que forma parte, somos imperfectos por naturaleza. Está bien que esto ocurra. Forma parte de esta imperfección, como decimos. ¿Cómo puedo ejercer yo de modelo para mi hijo en esa situación? Normalizándolo y hablándolo. ‘Oye hijo, siento que quizás te he gritado antes. Perdóname, mamá ha tenido un día muy estresante y no te he hablado de la manera en la que me hubiese gustado. Te pido perdón. Fíjate cómo mamá a veces también se equivoca, verdad? Siento, siento haberte gritado y siento haberte hecho sentir, sentir mal. También tienes que entender que lo que has hecho no estaba bien y que entonces es lógico que mamá se enfade. Pero mamá se ha enfadado más de la cuenta. Perdóname.’ Fíjate normalizando esto, normalizando el que podemos perder los papeles, pero que hay una conducta correctora, por decirlo así, de eso, en la que me puedo disculpar, en la que puedo admitir mis errores sin quitar esta parte de lo que tú has hecho no ha estado bien, pero yo he actuado de una manera demasiado reactiva. Es decir, que al final implica también el mostrarnos con nuestros hijos como seres humanos, como que nos equivocamos, como que hay veces que nos debemos disculpar, como que hay veces que podemos perder un poco los papeles. Bueno, todo eso el niño está aprendiendo a gestionarlo para cuando le ocurra a él viéndonos a nosotros cómo lo hacemos. Si yo hago como si no hubiese pasado nada, el niño no va a aprender que hay que reconocer los errores, que hay que disculparse. Entonces, en todo momento, hagas lo que hagas, piensa: Estoy siendo un buen modelo para mi hijo. 

Jota: Qué bueno. 

Patricia: Como por ejemplo, cuando queremos marcar un límite de: ‘Es que no me gusta que mi hijo esté todo el día jugando a la consola.’ Pregúntate, ¿cuánto tiempo pasas tú con el móvil en la mano? ¿No? 

Jota: Sí, sí, efectivamente. 

Patricia: Entonces vamos a observarnos y vamos a tratar de actuar como esa referencia. Vamos a tratar de inculcar valores, los valores que cada uno libremente elija, pero también vamos a ser coherentes con lo que decimos y con lo que luego nosotros hacemos como adultos. 

Jota: Me parece increíble las pinceladas que nos has dado, cómo has ido aquí destapando todos estos consejos de cómo hacerlo mal y cómo hacerlo bien. No sé si hay algo más que quieras aportar a todo esto. 

Patricia: Sobre todo trasladar esta idea de que no somos perfectos, pero que dentro de, es decir, como me han dicho a mí muchas veces, no es malo meter la pata, sino que todos vamos a meter la pata. Lo importante es darnos cuenta y sacarla rápido. Entonces, creo que con eso lo reflejo un poco todo. Todos nos vamos a equivocar, está bien, no pasa nada. Somos humanos y somos imperfectos, pero vamos a ser conscientes y vamos a tratar de corregirlo. 

Jota: Claro. Joder, qué bien. Muy bien. Patricia, me ha encantado el capítulo de hoy. Creo que debemos hablar algo más sobre esto otro día y muchísimas gracias. 

Patricia: Nada, gracias a vosotros, como siempre, un placer. 

Jota: Que tengas un día genial.

Patricia Martinez Psicóloga Online

Autor: Patricia Martínez

Psicóloga Psicóloga General Sanitaria con experiencia de trabajo en población infanto-juvenil y adulta.
Supervisora de casos y apoyo del equipo de POA.
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