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Percepción de la persona
En psicología social, el término “percepción de la persona” se refiere a los diferentes procesos mentales que utilizamos para formarnos impresiones de otros individuos.
Esto incluye no sólo cómo nos formamos estas impresiones, sino las diferentes conclusiones que sacamos sobre otras personas basándonos en nuestras impresiones.
Piensa en la frecuencia con la que haces este tipo de juicios cada día.
Cuando te encuentras con un nuevo compañero de trabajo, inmediatamente empiezas a formarte una primera impresión de esa persona. Cuando vas al supermercado después del trabajo, es posible que saques conclusiones sobre la cajera que te atiende, aunque sepas muy poco de ella.
Esto nos permite hacer juicios y decisiones precipitadas, pero también puede llevarnos a tener percepciones sesgadas o estereotipadas de otras personas.
Veamos con más detalle cómo funciona la percepción de la persona y el impacto que tiene en nuestras interacciones cotidianas con otros.
Cómo nos formamos las impresiones
Obviamente, la percepción de la persona es un proceso muy subjetivo que puede verse afectado por una serie de variables. Entre los factores que influyen en las impresiones que nos formamos de otras personas están las características de la persona que observamos, el contexto de la situación, nuestros propios rasgos personales y nuestras experiencias pasadas.
Las personas soléis formaros impresiones de otros muy rápidamente, con una información mínima. A menudo basamos nuestras impresiones en los roles y normas sociales que esperamos de las personas.
Por ejemplo, podemos formarnos una impresión del conductor de un autobús urbano basándonos en cómo esperamos que se comporte una persona que desempeña ese papel, y sólo tendremos en cuenta las características individuales de la personalidad cuando nos formemos esta impresión inicial.
Las señales físicas también pueden desempeñar un papel importante.
Si vemos a una mujer vestida con un traje de aspecto profesional, supondremos inmediatamente que trabaja en un entorno formal, quizás en un bufete de abogados o en un banco. La relevancia de la información que percibimos también es importante.
Por lo general, tendemos a centrarnos en los puntos más obvios en lugar de fijarnos en la información de fondo.
Cuanto más novedoso u obvio es un factor, más probable es que nos centremos en él. Si ves a una mujer vestida con un traje a medida y con el pelo peinado con una cresta rosa brillante, es probable que prestes más atención a su inusual peinado que a su sensata vestimenta de negocios.
Categorización social
Uno de los atajos mentales que utilizamos en la percepción de las personas es la categorización social.
En este proceso, clasificamos mentalmente a una persona en diferentes grupos basándonos en características comunes. A veces este proceso se produce de forma consciente, pero en su mayor parte, las categorizaciones sociales se producen de forma automática e inconsciente.
Entre las categorías sociales más comunes están la edad, el sexo, la ocupación y la raza.
Como ocurre con muchos atajos mentales, la categorización social tiene aspectos positivos y negativos. Permite hacer juicios rápidos. Siendo realistas, no se tiene tiempo para conocer a todas las personas con las que entramos en contacto.
El uso de la categorización social facilita la toma de decisiones y el establecimiento de expectativas sobre el comportamiento de las personas, lo que permite centrarse en otros aspectos.
Entre los problemas de esta técnica se encuentra el hecho de que puede conducir a errores, así como a la creación de estereotipos o incluso a los prejuicios.
Imagina que subes a un autobús. Sólo hay dos asientos disponibles. Uno de ellos está junto a una mujer menuda y de edad avanzada; el otro, junto a un hombre corpulento y de rostro adusto. Basándote en tu impresión inmediata, te sientas junto a la mujer mayor, que desgraciadamente resulta ser muy hábil para robar carteras.
Debido a la categorización social, juzgas inmediatamente a la mujer como inofensiva y al hombre como amenazante, lo que te lleva a perder tu cartera.
Aunque la categorización social puede ser útil a veces, también suele conducir a este tipo de juicios erróneos.
Teorías implícitas de la personalidad
Una teoría implícita de la personalidad es un conjunto de creencias y suposiciones que tenemos sobre cómo ciertos rasgos están vinculados a otras características y comportamientos.
Una vez que sabemos un rasgo cardinal, suponemos que la persona también presenta otros rasgos que suelen estar relacionados con esa característica clave.
Por ejemplo, si observamos que un nuevo compañero de trabajo es muy alegre, podemos suponer inmediatamente que también es simpático, amable y generoso.
Al igual que con la categorización social, las teorías implícitas de la personalidad ayudan a las personas a emitir juicios rápidamente, pero también pueden contribuir a la creación de estereotipos y a los errores.
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